30 oct 2021

Vida real

 Cuando escribía, ¡uy, qué tiempos aquellos!, las Musas andaban por todos lados. Aparecían sin avisar entre clase y clase, en el auto descompuesto a media calle, en la espera del camión a media tarde o la noche cerrada antes de dormir. En cualquiera de los casos, siempre cargaba con mi libreta, aquella que formaste con tus propias manos tuvieron el mismo destino: cenizas. Las quemé cuando mis hijas aprendieron a leer. No lo habrían comprendido.


Ahora, las Musas llegan en los momentos más inoportunos: en la regadera, cuando meter papel y lápiz al agua no es opción, menos un equipo electrónico; salen de entre los ingredientes de la masa, ucon mis manos adentro de ella; las alcanzo a ver entre semáforo y semáforo, en la hora pico (la única hora pico de mi ciudad). Y entonces se diluyen …poco a poco, mientras pasan los minutos y con ansia loca busco las palabras justas y en dónde registrarlas, se van. Desaparecen.


Quizá su tiempo ya pasó y solamente me acompañaban mientras me preparaba para la vida real.

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