Vuela. Huye.
El tiempo desaparece y ya no pasa; es toda sensaciones, viviendo a través de los ojos, la nariz, la boca, los oídos y la piel.
Sueña. Corre.
Se sumerge en el abismo infinito de los azules para salir renovada entre las olas.
Vive. Muere.
Siente el latido dentro del pecho y se da cuenta de su calor, moribundo entre costumbres.
Ríe. Llora.
Se abraza al destino y llega al final.